Todo muy lindo y ahora… ¿quién paga la cuenta?

por Silvio Dalbuoni

Todo muy lindo y ahora… ¿quién paga la cuenta?

Todo muy lindo y ahora… ¿quién paga la cuenta? 600 600 Alejandro Juancorena

¿Cuántas veces nos hemos sentado los últimos años a planear, junto a otros, una gran transformación? Compartimos la necesidad y pertinencia de la articulación multiactoral y multisectorial, dialogamos, nos ponemos de acuerdo respecto a las prioridades, armamos una agenda común, planificamos y nos preparamos para pasar a la acción. Pero, en general sobre el final del proceso, alguien pregunta: “¿Y quién pone los recursos? ¿Cómo vamos a financiar y sostener este proceso en el tiempo?”: silencio incómodo (salvo que los fondos estén disponibles de antemano entonces esta pregunta no aplica).

¿Estamos dispuestos a financiar y sostener el espacio de articulación como un bien en sí mismo? ¿Qué podemos aportar cada uno —en dinero, tiempo, capacidades, contactos— para hacerlo posible? ¿Qué modelo de financiamiento compartido y justo podemos diseñar para que nadie cargue solo con el peso? ¿Qué alianzas necesitamos construir para movilizar los recursos que no tenemos? ¿Qué parte de nuestros recursos estamos dispuestos a invertir en la articulación?¿Cómo equilibramos las urgencias económicas individuales con las prioridades colectivas en la asignación de recursos? ¿Cómo evidenciamos y medimos el valor estratégico de los espacios colectivos, incluso cuando sus impactos no sen inmediatos? ¿Qué condiciones concretas debemos crear para que actores públicos, privados y sociales reconozcan ese valor y se comprometan a co-invertir en su sostenibilidad (y en su portafolio de proyectos)? ¿Cómo aseguramos un equilibrio real entre las necesidades individuales de sustento y las prioridades colectivas, evitando que las urgencias de corto plazo desplacen la visión estratégica compartida o generen lógicas de competencia para capturar recursos en beneficio individual?

La incomodidad del silencio mencionado más arriba es el recordatorio de que los sueños también necesitan recursos y de que los procesos de impacto colectivo no se crean ni sostienen únicamente con el entusiasmo y buena voluntad de los actores participantes. Requieren dinero, tiempo y capacidades colocadas “al servicio” del resultado que esperamos alcanzar juntos y que, muchas veces, no están disponibles de forma inmediata o suficiente.  Además, el poder dentro de estos espacios no es homogéneo: algunos actores tienen más recursos, legitimidad o capacidad de incidencia que otros, y reconocer estas asimetrías es clave para construir articulaciones más justas, equilibradas y sostenibles.

En definitiva, la pregunta de “¿quién paga la cuenta?” no debería paralizarnos ni quedar relegada al final del camino. Al contrario, asumirla de manera colectiva y estratégica es lo que habilita que los procesos de impacto no sean solo una declaración de intenciones, sino realidades transformadoras y sostenibles. Invertir en la articulación es invertir en confianza, en aprendizaje compartido y en la posibilidad de alcanzar metas que ningún actor lograría en soledad. La verdadera transformación también está en atrevernos a sostener, entre todos y también económicamente, los espacios colectivos que hacen posible la construcción de futuro.

5 tips para financiar la articulación sin perder el rumbo

  1. Hablá del financiamiento desde el inicio y como parte de la estrategia, no como un apéndice ni un problema a resolver “más adelante”. Sin sostenibilidad financiera, no hay transformación posible. Conversa abiertamente sobre el tema con todos los actores vinculados. Averigua, cuáles son sus expectativas en relación con este tema ¿Participan para aportar, para movilizar o para obtener financiamiento? (o todo eso al mismo tiempo).
  2. Proponé co-inversión asociada al propósito y el impacto. No estructures solamente espacios de encuentro o actividades de articulación. Mostrá qué transformaciones concretas  están habilitándose, medí y comunicá resultados desde una lógica de cambio, no solo de cumplimiento de planes de acción, ejecución de fondos o de rendición de cuentas.
  3. Definí márgenes de inversión que permitan fortalecer capacidades de incidencia colectiva. La movilización conjunta de recursos también es parte del impacto colectivo. Financiar procesos, equipos profesionales que sostienen y dinamizan los espacios colectivos, evaluaciones y mejoras institucionales (gobernanza colaborativa) es tan clave como financiar acciones. Financiar es habilitar.
  4. Diversificá las fuentes de financiamiento combinando aportes públicos, privados, de cooperación y de la comunidad que integra el espacio colectivo. Incorporá mecanismos alternativos como fondos de inversión de impacto, bonos sociales, programas de financiamiento colectivo, fondos fiduciarios, entre otros. Construí vínculos de confianza con donantes e inversores, intégralos al proceso de construcción colectiva en pie de igualdad (no los trates solamente como quienes tienen la billetera) y conocé sus motivaciones más profundas para sumarse.
  5. Involucrá a las comunidades o destinatarios en las decisiones sobre el uso de los recursos disponibles. Hacerlos parte del debate enriquece las prioridades, legitima las decisiones y mejora (al ofrecer relevancia y pertinencia) la calidad del impacto. Fortalecé sus capacidades para un involucramiento, en materia de gestión de recursos, accesible, sólido, comprensible, vinculante y transparente.

Potenciar

[posse, -ntia] Latín

“Comunicar fuerza o energía a una cosa o incrementar la que ya tiene”.

“Aumentar el poder o la eficiencia de una cosa”.

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