Podemos tener un buen marco teórico, hacer el mejor diagnóstico, escribir la teoría de cambio más inspiradora y diseñar presentaciones atractivas sobre lo que queremos transformar y acerca de por qué es verdaderamente importante hacerlo de manera colaborativa. Podemos incluso compartir genuinamente, el deseo, la convicción y el compromiso de trabajar juntos para alcanzar resultados superadores. Pero si todo esto no se traduce en decisiones, inversiones y acciones concretas que activan la transformación, al final del día, poco es lo que está destinado verdaderamente a cambiar.
¡Ojo! no estamos diciendo aquí que los procesos colaborativos o multi-actor no modifican el statu quo: destacamos el poder del encuentro y del dialogo, la activación de espacios de intercambio y negociación, la generación de visiones compartidas, las posibilidades de modificar las dinámicas de relacionamiento entre sectores y actores, la detección de oportunidades para movilizar recursos e invertirlos de un modo más efectivo y eficiente, entre otros beneficios. Pero algo está claro: aunque valiosos, estos resultados, no son suficientes, son un medio para un fin.
Este tema es incómodo, pero necesario. Hay procesos, orientados a generar impacto colectivo, que entran en un bucle de planificación eterna. Muchas organizaciones acumulamos documentos, mapas, horas de talleres y reuniones, afiches, post-its, planes y publicaciones, pero no logramos dar el salto hacia el hacer / transformar juntos. ¿Por qué? Porque accionar colectivamente implica exponerse, compartir poder, contactos, asumir riesgos, equivocarse, invertir más tiempo (del que invertimos en nuestras organizaciones) y movilizar y co-gestionar recursos que muchas veces no están disponibles o que están disponible “solo para algunos”.
El cambio se activa cuando “hacemos con otros” cuando damos un primer paso, imperfecto si hace falta, pero real, posible y tangible. La acción transforma, le da forma específica a las intenciones y nada más potente que un logro relevante compartido para cimentar y amplificar el “poder de hacer juntos”. El impacto no es una promesa: es una práctica que se construye, paso a paso, cuando nos animamos, a pasar a la acción (juntos).
5 tips para pasar del encuentro a la acción transformadora:
- Conformá un grupo o equipo promotor. Un grupo chico, con legitimidad, autonomía y capacidad operativa, puede dinamizar los avances e impulsar la acción mientras el colectivo más amplio participa, valida, acompaña y se involucra según sus deseos, ritmos y posibilidades.
- Definí una primera acción mínima, un hito de corto plazo, que sea realizable y atribuible al sentir y accionar colectivo. Festejá y comunica los avances concretos, aunque sean pequeños.
- Convertí las ideas, que vayan surgiendo y priorizándose, en una agenda de trabajo, con fechas e hitos (de corto, mediano y largo plazo), presupuesto y responsables (y dale seguimiento).
- Pasa rápido a la acción, evalúa rápido y corregí más rápido aún. No todo tiene que estar perfecto para comenzar. Mostrá resultados, de corto, mediano y largo plazo (no sólo intenciones).
- Identificá recursos disponibles y ponelos en movimiento. Hacé un inventario de recursos, capacidades, vínculos, saberes y apoyos y comprometelos y activalos desde el inicio.