Un proyecto empieza y termina. Esa es su naturaleza. Una organización, en cambio, si está fortalecida, puede durar décadas. Pero para lograrlo necesita músculo institucional, equipos capaces, estables y bien remunerados, y —por supuesto para ello— recursos disponibles (que no es lo mismo que recursos a secas).
El problema es que muchas veces los recursos disponibles se destinan casi exclusivamente a la implementación de actividades visibles y específicas, dejando fuera todo lo que permite que esas actividades sucedan.
Si queremos organizaciones capaces de liderar procesos transformadores en el largo plazo, debemos invertir en lo que las sostiene por dentro: gobernanza, planificación, formación continua, comunicación, equipos (y cuidado de los equipos), sistemas de aprendizaje y de comunicación, tecnologías. No son costos indirectos: son condiciones estructurales para generar verdadero impacto.
Además, fortalecer organizaciones (sociales) es también una apuesta política y ética: implica reconocerlas como actores estratégicos del ecosistema, no solo como meros ejecutores de fondos de terceros o efectores de políticas públicas. Es confiar en su mirada y experiencia, darles autonomía y habilitar procesos que no dependan únicamente de convocatorias externas o de la lógica cortoplacista del financiamiento por proyectos (más aun en un contexto de extrema escasez y competencia frente a la reducción de los fondos disponibles)
Cuando una organización tiene recursos, margen y tiempo para pensar, priorizar y decidir, puede innovar, construir alianzas más equilibradas y sostener su propósito más allá de los vaivenes y de las coyunturas. La autonomía, la independencia, la confianza, la paciencia y la seguridad económica no solo le da sostenibilidad, sino que amplifica su capacidad de transformar realidades en el largo plazo.
En definitiva, apostar al fortalecimiento de las organizaciones —y no solo al financiamiento de sus programas, proyectos o acciones— es mantener vivos esos fuegos que no se apagan con el primer viento. Es encender la llama que transforma, sostiene y multiplica el impacto en el tiempo.
5 tips para invertir en confianza, resiliencia, gobernanza y propósito:
- Financia resiliencia, no solo resultados inmediatos. Una organización que atraviesa crisis económicas, sociales o políticas y logra sostenerse en pie es un activo estratégico para la sociedad. Invertir en los equipos (su permanencia y desarrollo), generar reservas financieras, fondos de contingencia y planes de continuidad garantiza que los procesos no se detengan con el primer vaivén externo.
- Apoya gobernanza y transparencia. La credibilidad es tan importante como los resultados. Invertir en estructuras de gobierno claras, auditorías, rendición de cuentas y sistemas de seguimiento no es un gasto administrativo, es blindar la legitimidad de la organización ante aliados, comunidades y financiadores.
- Impulsa innovación interna. Muchas veces se financia innovación hacia afuera (nuevos proyectos, productos o servicios), pero no hacia adentro. Invertir en espacios de experimentación interna potencia la capacidad de la organización de adaptarse y crecer.
- Conecta financiamiento con redes. No se trata solo de dar dinero, sino también de abrir puertas. Los donantes que facilitan contactos con otros actores multiplican el valor de su inversión: cada alianza que una organización construye gracias a ese puente genera nuevas oportunidades de sostenibilidad.
- Financia propósito, no solo actividades. Las organizaciones con una visión clara y estrategia de largo plazo logran impactos más profundos. Invertir en que definan, comuniquen, fortalezcan y honren su propósito (su razón de ser y de existir) ayuda a alinear a sus equipos, atraer aliados y sostener la energía incluso en contextos adversos.
